Había una vez una academia de cocina donde trabajaba un profesor. El profesor era un campesino cuyas cualidades eran las siguientes: era muy bueno trabajador y tenía muchos sueños.
Un buen día una apuesta doncella llegó a la academia, la doncella llamada Cenicienta. Ella era muy valiente pues sus hazañas eran bastante asombrosas, la valentía la heredó de su madre la reina recientemente fallecida. Sí, eso quiere decir que Cenicienta era una princesa.
Cenicienta vivía en un palacio con su padre que era muy dulce y paciente pues él cada vez se hacía más viejo y quería tener nietos, así que decidió organizar una fiesta a la que irían todos los habitantes de su reino.
El campesino al enterarse de la noticia saltó y saltó de alegría hasta que se cayó y abrió la cabeza, en ese momento apareció su hada madrina que le curó y vistió adecuadamente.
El cocinero- campesino entró a palacio en el mejor momento ya que el baile estaba a punto de empezar.
Cenicienta se acercó y le pidió un baile, ellos estaban muy felices hasta que llegaron las 12. En ese momento el muchacho volvió a estar con su misma ropa y la princesa sorprendida dijo: ¿Qué ha pasado? El cocinero le explicó.
Tras una hora la princesa se levantó y dijo:” lo siento me tengo que ir”.
¿¿Qué??... ¿Creéis que aquí acaba la historia?
Pues no, esta historia continúa así:
El muchacho cabizbajo regreso a casa donde en la puerta le esperaban sus hermanastras, cuando le vieron llegar se echaron a reír.
El muchacho extrañado entró a la casa donde estaba esperando su madrastra malvada preparada para echarle un sermón por irse sin hacer todas las tareas, el muchacho estaba tan estresado que se fue corriendo al pueblo donde se chocó con una doncella. La doncella lo vio tan estresado que lo invitó a entrar a su casa y así fue cómo surgió el amor.
Moraleja: la felicidad no siempre está donde tú crees.
Adrián Velasco López-2ºESO C
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