25N - MICRORRELATOS CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO (Curso 2015-2016)

LA BAÑERA

Mi profesora había puesto como deberes que dibujáramos nuestras habitaciones. Todos entregamos dibujos con camas, armarios, cortinas… Pero el de mi compañero era diferente. En su dibujo pintó un armario, una bañera y una manta. Mi seño sintió curiosidad y le preguntó si tenía un baño en su habitación, que por qué había dibujado una bañera en este lugar. Él contestó: “Porque cuando mi padre se enfada, mi madre dice que me vaya al armario y espere allí. Pero si está muy enfadado, nos vamos los dos al baño, cerramos la puerta y dormimos en la bañera. Entonces depende, a veces mi habitación cambia”.

María Escaño Cervantes

1ºESO-A

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LA SOMBRA TRISTE

A veces las sombras hablan más que las personas, y cada día que salía el sol, aquella cocina mostraba una sombra triste, llorosa, huyendo de ese lugar. Al sonido de las llaves en la entrada principal, la sombra temblaba, desaparecía un rato y luego regresaba mostrándose aún más oscura, intentando una huida.

Blanca Bernal Rodríguez 

2ºBACH-C

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AMAPOLA

(Ama-sola)

Cuando era pequeña, siempre le decían que las niñas tenían que vestir de rosa, que para ellas eran las muñecas y los carritos con bebé, preparándolas para ser futuras madres.

Más tarde, no podía salir muy descotada a la calle, para que no la mirasen tanto, ni quedarse muy tarde fuera o, peor, que se quedara en casa ayudando con las tareas.

Cuando tuvo novio, sus amigas le avisaban que si le pegaba no la quería, pero ella nunca les hizo caso.

Se casó y las amigas no supieron más de ella.

Hoy estamos en su entierro.

Andrea Calvellido Gil

1ºESO-D

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NUNCA DEJES QUE TE MALTRATEN

Irene conoce a un chico y se enamora de él. Al principio era muy cariñoso. Pero cuando viven juntos son muy frecuentes los enfados.

Todo empezó por unos gritos y un simple empujón, pero ella no le daba importancia. Con el paso del tiempo, el chico tenía la costumbre de darle a Irene algún tortazo cuando algo no le gustaba. Después del tortazo venían los golpes, moratones y huesos rotos. Ella nunca dio el paso de llamar y pedir ayuda por miedo, vergüenza, terror…

Ya es demasiado tarde, ahora él tiene la costumbre de llevarle flores al cementerio.

Andrea Claros Ruiz

1ºESO-B

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¿YO POR QUÉ NO?

Hola, soy Lili, tengo 12 años y me encanta jugar al fútbol. Cuando voy de tiendas a comprar tenis de fútbol, me preguntan si son un regalo para mi hermano. También, cuando juego un partido, los niños no quieren pasarme el balón porque dicen que le voy pegar mal o que no la voy a meter. Pero más de una vez les he demostrado que no sólo soy una cara bonita. Y cada día juego mejor que los chicos. En fin, este es un trozo de mi vida: Lili, la chica que juega al fútbol.

Laura Navas García

2ºESO-C

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ADIÓS

Le miró a los ojos, que a pesar de ser del mismo azul intenso que el primer día, sentía que no pertenecían a la misma persona.

Suspiró profundamente, tratando de tragar el nudo que ataba su garganta. Varios recuerdos borrosos aparecieron en su mente: Los primeros besos, las caricias, la primera pelea, el primer moratón...

El sentimiento de satisfacción por hacer lo correcto se entremezclaba con la tristeza, no por el dolor físico, sino por las cicatrices que le había dejado en el alma.

“Adiós”, susurró. Se alejó de los barrotes grises que la separaban de él y se marchó.

Tania Fernández Martín

1ºBACH-B

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EL TRASFONDO

—¿Por qué quieres a Paul? —me preguntó.
—Llevo toda la vida con él —respondí.
Entonces volvió a preguntar y le dije:
—Paul era todo un galán, se encargaba de todos los gastos, nunca me dejaba sola… ¡Vaya si era celoso! El día de la boda me convertí en la señora de Vien. “Estoy orgulloso de ti, decía mi padre; “él es lo primero”, decía mi madre. Tras aquello solo recuerdo monotonía, no más besos, ni cartas, ni caricias; en cambio, sí engaños, olvidos y disgustos… Yo aún sigo queriéndolo…
Incrédulo, John afirmó:
 —No, aún sigues aguantándolo.
Lágrimas surcaron mi rostro.

Martina Micaela Frutos Toffoletti

1ºBACH-A

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MÚSICA CALLADA

La música en el piso de arriba cada noche a la misma hora. Y cada mañana en el ascensor, la mujer bajaba con la cabeza gacha. Con el paso de los días supe que no era ella quien bailaba por las noches. Hasta que una mañana ya no vi más aquel rostro, y ese color púrpura en su mejilla, y a partir de aquella noche, la música no volvió a sonar.

Cristina Rosales García

2ºBACH-C