En aquel viejo jardín, se encontraba una mujer de cabellera roja y ojos azulados, tirada en el suelo verdoso y húmedo, entre las flores del lugar.
—¡Oh! ¡Mi amada Lilith! —hablaba el cuervo, posando sus patas a su lado. —¿No te das cuenta del dolor que hay en tu interior?
La mujer se levantó, sentándose bajo el manzano de frutos rojos.
—¿De qué hablas, Hades? —preguntó al cuervo.
—Te conozco desde que eras pequeña, desde que eras una dulce niña... ¡Abre los ojos! No estás a gusto aquí, quieres irte, ¡volar!, ser libre como yo, ¡lo sé!, ¡lo siento! —decía el cuervo, acercándose a su compañera.
El cuervo posó su pico con delicadeza en el ojo de la chica, abriéndolo levemente.
—Mira tu futuro, aquí, encerrada... ¿No quieres volar?
Lilith le miró, suspiró y se separó, cerrando sus ojos.
—Cuervo mío, mi amado amigo, soy feliz aquí... Aunque no puedo negar el deseo de salir al exterior, de ver el mundo y el cielo más allá de la cúpula de cristal que cubre este jardín; de nadar en el mar y vivir aventuras por todo el mundo... Pero eso no quita que mis deseos sean imposibles de cumplir y se queden solo en un sueño inalcanzable. Lo siento mucho, Hades, pero me quedo aquí.
El cuervo se separó, suspirando levemente y dándose por vencido. Sabía que no iba a poder hacer cambiar de opinión a la pelirroja por su cabezonería.
En eso, cuando estaba a punto de despegar su vuelo, vio a la mujer corriendo hacia una de las paredes de hojas del lugar...
Y la vio cargar contra ella con todo el cuerpo.
Y la vio casi desaparecer entre la fronda del muro.
—¡Tienes razón, Hades! ¡No me voy a quedar aquí nunca más! ¡Quiero libertad! —gritó Lilith, mientras empujaba aquella pared oscura con todas sus fuerzas.
El cuervo empezó a graznar, animando a la chica a que traspasara el muro. Tras mucho empujar, este cedió y la de ojos azules cayó al suelo del otro lado con una nerviosa risa de alegría y cansancio. Mirando el cielo abierto, la pared se cerró tras ella.
—... Gracias por todo —habló la pelirroja, después de unos minutos sin poder decir palabra.
—De nada —susurró el cuervo. Y el silencio se hizo en la zona.
Un nuevo comienzo para la nueva vida de Lilith...
ALEX CAMPOY ROMERO
(2ºESO-C)